viernes, 2 de enero de 2015

El año que se fue entre árboles

Han sido días de naturaleza y viento frío, de horasca, ríos y lagunas que esconden el sonido de la inmensidad de la vida en los espacios no apropiados por el hombre. Desde la ida a 'Dos Higueras' en donde nuestro  lobillo se avalanzó hacia el río, hasta la carne asada entre amigos en un terreno cerca de Carrizalillos, para terminar con dos noches durmiendo en La María, envueltos por el sereno.

Hicimos un pic nic a la sombra de El Guardián, vigilante celoso del coloso de fuego y su incansable actividad que nos recibió con discreta ceniza y profundos contrastes de luz. Sentado allí, caminando por ese sendero, llendo hacia la aislada y vacía Yerbabuena pensé en lo mucho que me gusta pasar los días alejados del bullicio monótono de la ciudad y vinculado más a las dinámicas que impone el campo, la hierba, la cerveza fría y la compañía cálida de las personas a quienes amo.

Nuestro viaje fue breve pero significativo, nuevo, generoso. Pasar dos noches con Alma y nuestro lobo -en su estado salvaje y en lo más parecido a su hábitat natural-, junto a mi hermano, mi cuñada y Zoe; cerrar el año juntos, como la gran familia que hemos tejido, arriesgándonos a cargar con el pelos y con todo lo que el espacio abierto nos exige, regresar completos y cansados como debe ocurrirnos. Nada pudo ser mejor que despedir el año pasado e iniciar el 2015 de esta forma.

Cierro el círculo de esa experiencia con estas imágenes que relatan mucho, que cuentan historias y dejan estructuras y colores fijos, puestos por el pincel de la cámara en la eternidad, conservadas sólo por del ciberespacio al que no pertenecen, pero que las conserva, como el recuerdo vivo de nuestros días en la montaña. Gracias 2014, bienvenidos los más de trescientos días del 2015.








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