miércoles, 6 de junio de 2012

el último de los veintes.

La mayoría de los aniversarios han sido ajenos a mí. Eso de cumplir años se me hace algo tan natural -para mí- como el simple transcurso del tiempo. Luego habrá que, por cada 365 días, ponernos un número. Es curioso... un número no nos define. Lo que hemos hecho y vivido es lo que nos identifica, y a eso habría que aumentarle una lista interminable de experiencias: lo que aprendemos, olvidamos, creamos, lloramos, desatamos, besamos, aprehendemos, arrancamos, liberamos, lo que bebemos y fumamos, reímos, bailamos, tocamos, decimos, escuchamos; lo que perdemos, lo que ganamos. Lo que hemos amado y odiado. Eso, la infinidad de los verbos y las experiencias adquiridas es lo que más importa de un cumpleaños. No las fechas precisas, los días contados, sino la carne que se siente día a día, la piel que duele.

Hace un par de horas decía que ese gran conjunto de pequeñas y grandes acciones, de inexplicables decisiones y bizarros deseos venía a conformar este ambiente tan extraño que me hace sentir inmerso en una tranquila armonía. Veo a mi alrededor y creo que hay varias piezas colocadas en su preciso ángulo, en donde deben estar, son lo que tienen que ser. El resto del 'rompecabezas' -el entorno indefinido, la no-materia, el vacío indescifrable- es una maraña de dudas y apuestas que quiero enfrentar con todo mi ser. Pareciera que este año la batalla interna se percibe y siente con más claridad. Seguramente se venía gestando hace miles de tormentas, pero hoy coincidió que Venus, en un evento astronómico que ocurre cada cientos de años, transitó justo entre la Tierra y el Sol y se percibió como un punto negro pasando entre la eternidad; y a mi se me ocurrió que podría ser este planeta -de hecho sí me tocó verlo durante el atardecer- el pretexto ideal para hacerlo un referente de la transición interna que se viene dando. Este año es el último de los veintes y se van a sentir con todos los poros de la piel, se van a respirar con toda el alma. Los proyectos personales serán la plataforma.

Esas piezas del rompecabezas que son mi propio entorno, mi escenario para existir y derribarme mis barreras, me vienen indicando que mi camino, por donde piso, hay mucha tierra fertil y que si quiero cosechar, es necesario sembrar en todo lo que me fascina. Arraigarlo a la estructura ósea, tatuarlo en la piel, defenderlo, gritarlo, sentirlo con todas sus púas y espinas, y al final saborearlo, sentirlo cómo se va transformando en esencia. Es simple: hay que vivir y disfrutar lo que se vive -incluye la nota con sus bemoles y sus sostenidos-. Seguramente en el camino se descubre que la vida es simplemente una búsqueda; una búsqueda de 'algo' (arriesgado decir que de la 'felicidad' dado que no sabemos ni defiinirla), es simplemente la búsqueda de todo lo que queremos. Lo que más me hace sentir especialmente feliz por este cumpleaños es que mi hambre de descubrir, explorar, experimentar, crecer y tropezar es cada vez mayor... Así que pa'llá voy. Bienvenido el último de los veintes, bienvenido todo.


Gracias.

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