Se supone que las palabras deban definir las sensaciones, describirlas de tal forma que no quepa duda de cómo nuestro organismo reacciona al entorno. Sin embargo, parece que hace algún par de días que las palabras no me sirven para definir con exactitud lo que siento. Si hago un ejercicio de voluntad indescifrada e intento, aún a pesar de saber que el resultado de esa búsqueda no será del todo perfecto, definir lo que siento, una de las palabras que más se aproxima a definirlo sería 'desorientado'.
No se enteramente qué hacer, aunque percibo esa sensación de sentirme seguro de las cosas que hago y no hago. Me parece que yo no estoy tomando las decisiones de mi alrededor -quizá nunca las había tomado-. O probablemente tomé la decisión de 'no tomar las decisiones' y simplemente dejar las circunstancias al vaivén de los días ocupados, bajo la sombra de la incertidumbre indiferente, entregado a los noches interminables, como dejando al tiempo imponerse ante toda explicación lógica o relativa. En ocasiones decir "yo no sé" es lo más sensato que puede uno expresar.
Así que, yo no sé. Yo no se qué vendrá. Uno hace planes desconociendo que todo en esta vida es verdaderamente impredecible. Se me viene a la mente tu sonrisa, o ese delicado toque de tus manos, pareciera que revivo algunas miradas, alguna vibra tuya que se quedó por aqui almacenada en las almohadas de la cama, y aunque quisiera saber si vendrán de nuevo a mi esas tormentas tuyas, lo único que me se decir es: 'yo no sé'. Y ahora que lo recuerdo, ¿que no había escrito yo sobre la incertidumbre en el pasado?. Supongo que uno cae en el mismo error muchas veces hasta que aprende a aceptar las cosas como solo circunstancias. Escapan de nuestro control. Y toda esta sensación, insisto, me viene indefinible.
Me entrego al delicado silencio de la no-lógica. Me pierdo en mí mismo.
De fondo:
God is an Austronaut - Radau
viernes, 20 de abril de 2012
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