Después de toda la controversia que originó la "despenalización" del aborto, ahora se quiere legislar sobre la eutanasia. Y yo digo, ¿por qué no? si en México hay muchos temas sobre los que debe legislarse con un amplio sentido de madurez y responsabilidad y en los que nuestro país se esta quedando en el pasado. La situación es que el día de ayer (o antier, no recuerdo), viendo la televisión con mi papá salió una nota de una diputada (no recuerdo el nombre) del PAN (Partido Acción Nacional) que explicaba una iniciativa de ley que ella denominaba como "ortotanasia" (orto creo que viene de "correcto"...) y que supuestamente esta nueva propuesta de ley sobre "ortotanasia" tenía diferencias (mínimas pero esenciales) a la propuesta de ley presentada por el PRI (Partido Revolucionaro Institucional) y PRD (Partido de la Revolción Democrática) sobre la eutanasia. En fin, después de ver la nota tuve una breve pero nutrida platica con mi padre sobre la eutanasia y nuestra postura sobre este tema, y no es que me guste hablar de ello, pero es algo que se tiene que expresar, así que esta es mi humilde opinión sobre la eutanasia (que no ortotanasia que hasta el momento no logro comprender del todo...)
Palabras más o palabras menos, hace algún tiempo escribí un ensayo sobre este tema, y ahora que recuerdo lo plasmado en aquel texto sigue siendo básicamente lo que pienso ahora de la eutanasia. Aqui se los dejo, sé que es un poco largo y a algunos les dará flojera leerlo, pero así es esto...
“Felici vel honesta morte mori”. Morir con una muerte feliz y honesta. Éste fue el primer significado de eutanasia acuñado en la antigüedad greco-romana. Sin embargo, su interpretación no es del todo sencilla. A lo largo de muchos años el homicidio piadoso, como también se le conoce, ha sido el foco de grandes discusiones, opiniones contrarias, disputas de moralidad, ética, religión, e incluso, legalidad. Su intento de comprensión puede, en ocasiones, llegar a confundirnos puesto que estamos frente a la lucha entre dos derechos que se contraponen y en el caso que nos ocupa, se dificulta distinguir con claridad cuál de los dos derechos es el que deberá prevalecer sobre el otro.
Del griego eu, bien; y thanatos muerte, equivalente a “bien morir” o “buena muerte”, la eutanasia ha sido definida por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como la muerte sin sufrimiento físico. Acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos. Corrientemente, homicidio por piedad o piadoso, para procurar una muerte tranquila, sin sufrimientos físicos o con el pretexto de este propósito.
Más allá de la interpretación lógica o el significado semántico que pueda darse a las diversas definiciones de eutanasia, la dificultad del tema se ilumina en otro nivel, no precisamente en su interpretación. Es importante, entonces, considerar lo siguiente: el conflicto moral, ético y religioso que puede suponer la aceptación, tácita o expresa, de la eutanasia; la pugna entre el derecho a la vida y, ¿por qué no?, el derecho a la muerte; las constantes discusiones médicas y políticas referentes a la doble moral derivada de la eutanasia; la diferencia esencial de lo que, en materia de derechos humanos, puede significar el derecho a la autonomía comparado con el derecho a la vida de las personas.
Debido a los avances médicos y tecnológicos se ha podido lograr que personas con enfermedades incurables vivan más tiempo con la ayuda de instrumentos cuya función, precisamente, es la de proporcionar una vida artificial al paciente enfermo que, de no ser por aquellos artefactos, no podría continuar viviendo. Hasta hace poco tiempo, por ejemplo, las hemorragias cerebrales conducían irremediablemente a la muerte de quien las padecía. Ahora se puede mantener a un paciente descerebrado funcionando por tiempos prácticamente indefinidos, por días, meses o años. En razón de lo anterior se habla, en este sentido, de una manipulación, pero no solamente de una manipulación de la muerte. La ciencia y la tecnología han sido posibles de manipular por medios artificiales, a la fecha, tanto el inicio de la vida como el fin natural de la misma, indistintamente y de manera constante. Esto nos puede llevar a pensar, en un primer plano, que el problema está en el hecho de que médicos, legisladores, moralistas o líderes religiosos no acepten la manipulación de la muerte como un avance científico, propiamente dicho, de nuestros tiempos.
Sabemos bien que la muerte es, sencillamente, la cesación o el término de la vida, y uno de las opciones que busca la figura de la eutanasia es que el paciente agonizante, enfermo o que está sufriendo, encuentre en ella una ‘muerte digna’, independientemente de que la eutanasia sea activa (que se refiere a la acción médica con la que se pretende positivamente la supresión de la vida de una persona enferma), o pasiva (que es aquella que no trata de una acción, sino de una omisión de la no-puesta en práctica de una terapia médica que podría prolongar la vida de un enfermo). Ahora tendríamos que preguntarnos ¿qué entendemos por “morir con dignidad”?, ¿la muerte es siempre “digna” o es la eutanasia lo que la hace digna?, ¿cómo puede un humano agonizante morir con dignidad? ¿Acaso la dignidad se pierde cuando se adquiere una enfermedad terminal que nos conduce a la muerte?
Desde el punto de vista de los derechos humanos, la dignidad hace referencia al respeto irrestricto a todos los derechos y libertades inherentes al ser humano. La dignidad es un requisito sine qua non puede existir la vida, puesto que forma parte esencial de ella. Luego entonces, morir dignamente puede entenderse como la muerte sin dolor, eliminando en lo posible el sufrimiento de cualquier índole y en gran parte, en el aspecto humano, siendo respetado y tratado como tal. Una vez entendido lo anterior, podríamos preguntarnos: si existe un derecho humano, inalienable, de vivir dignamente, ¿por qué no puede existir un derecho a morir con dignidad?
El llamado ‘derecho a morir’, al que tanta referencia se hace en el tópico de la eutanasia, no puede entenderse como un “derecho” en toda la extensión de la palabra, porque la muerte es irremediablemente el final natural de todo ser humano. Aquello que se conoce como ‘derecho a morir’ no se refiere al hecho de morir en sí, sino a la forma y razones de y para morir.
Sabemos que en materia de derechos humanos el bien jurídico protegido por excelencia es la vida. Sin embargo, la fuerte contrarréplica del derecho de la autonomía individual para reclamar un lugar dentro de los derechos humanos al lado del derecho a la vida, no debe tomarse a la ligera. De hecho, diferenciar y afirmar que entre los dos derechos en conflicto el que debe prevalecer es el derecho a la vida o viceversa, es aventurarse a contradecir de manera grave las diferencias entre los individuos, es decir, aventurarse a cuestionar las diferencias que garantizan el indiscutible derecho de decidir entre una cosa sobre otra, independientemente de que el común de la sociedad no lo decida así. Con lo anterior me refiero a que tan respetable es defender un derecho como defender el otro, y la argumentación que en la defensa de cada uno de ellos se haga tiene que ver con las circunstancias especialmente distintas y singulares de los seres humanos que en algún momento tuvieron o tienen que elegir entre cualquiera de los dos.
Aquellos que se manifiestan en contra de la eutanasia, no sólo sentencian la crueldad que para muchos puede significar, también defienden de manera inherente y principalmente el derecho humano por excelencia, que es el de la vida. Sin embargo, y de igual manera, quienes se postulan a favor de la eutanasia defienden, a su vez, otro de los derechos humanos fundamentales: el derecho a la autonomía individual y la libertad de la voluntad personal.
Algunos aspectos en contra de la eutanasia que considero importantes mencionar son: que se está dejando en segundo plano a la vida como un derecho inalienable del ser humano, cuestión que aún esta pendiente de resolverse; el hecho de que no se conoce con certeza la manera en que deba legislarse o despenalizarse, instituirse o introducirse en una sociedad que no simpatiza con el tema; el hecho de que pudiera aumentar el número de homicidios con máscara de eutanasia, esto es, que bajo la sombra de la eutanasia se vista al homicidio con el disfraz de piadoso, lo cual crearía un problema social aún mayor; de igual manera podría aplicarse la eutanasia de manera arbitraria sólo para surtir el jugoso negocio del tráfico de órganos, situación que en nuestro país se encuentra descontrolada y que, con la aprobación de la eutanasia podría desbocarse aún más; entre otros consideraciones a tomar en cuenta.
Por su lado, los puntos de vista a favor de la eutanasia también muestran una visión interesante del tema en referencia. Algunos de ellos son los siguientes: que existe el derecho que todos tenemos de disponer de nuestra propia vida, y mantener una vida en determinadas condiciones, bajo circunstancias muy limitadas y sacrificando, en parte, a familiares y amigos, es indigno; que puede provocarse lo que se conoce como encarnizamiento terapéutico o “distanasia”, esto es que, en el afán desmedido por evitar la muerte se prolonguen ‘vidas sin calidad’ con el propósito de lucrar, ya que mantener por meses o años a una persona que depende de fármacos y aparatos para vivir cuesta realmente una fortuna, y hay quienes se empeñan en condenar la eutanasia para cobrarla. La muerte es el fin natural de todo ser humano, y aunque no podemos poseer realmente un “derecho de morir”, sí podemos hablar del derecho que tenemos a decidir libremente cómo, cuándo y por qué morir.
Para comprender mejor lo anterior Alicia Beatriz Azzolini, coordinadora de asesores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos del Distrito Federal, en uno de sus textos publicados en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM sobre el tema en referencia, nos expone de manera concisa lo que, desde la perspectiva de los derechos fundamentales, puede argumentarse a favor de la eutanasia, diciéndonos que ‘el derecho a la vida (refiriéndose a la libre disposición de ésta) debe interpretarse como un derecho de máxima libertad, cuyo ejercicio por su titular debe estar garantizado dentro de un ámbito de autonomía individual que no puede ser perturbado por el Estado ni por terceros’. Con lo anterior no pretendo hacer alarde de la supremacía valorativa que pudieran tener los argumentos vertidos a favor de la eutanasia sobre aquellos que están en contra de la misma. Simplemente me refiero a la importancia de valorar las reflexiones que se exponen a favor o en contra de la eutanasia con una visión profunda, cobijada bajo la sombra de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Insisto, la eutanasia y todo lo que implica aceptarla o rechazarla, debe estudiarse con mucho cuidado. No sólo se trata del trascendental paso de despenalizarla o no, situación que en México dudo mucho que se de, se trata más que nada de comprender los alcances de la misma. El querer y pretender por todos los medios posibles implementarla es tan paradójico como querer conservar a toda costa la vida de una persona que por sí sola ya no puede seguir adelante, porque de ambas maneras puede transgredirse la dignidad humana y otros derechos fundamentales. La clave es encontrar en la eutanasia la medida media que nos permita no rechazarla del todo ni tampoco aceptarla y aplicarla sin responsabilidad, sino saber distinguir cómo, cuándo, por qué y bajo qué circunstancias puede recurrirse a ella, comprendiendo siempre que debemos entenderla con un amplio sentido de respeto a la vida y, ciertamente, a la muerte.
Y por último, para no dejar mi gusto por el cine fuera de este post, una recomendación. Sobre el complicado tema de la EUTANASIA hay una película de 2004 que se llama "Mar Adentro" del director español Alejandro Amenábar, que trata con absoluta genialidad la temática de la eutanasia. Una excelente cinta!
lunes, 23 de julio de 2007
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Muy interesante esta entrada, no he comentado antes porque acabo de recuperar hoy mi PC :P
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